Coronavirus en América Latina: las cifras que muestran el brutal impacto de la pandemia en las economías de la región
La pandemia de covid-19 se ha saldado con una caída del 8,1% del PIB en América Latina, superando el impacto de la crisis en la Unión Europea y de otras economías emergentes.
No obstante, las economías latinoamericanas ya mostraban importantes debilidades antes del inicio de la emergencia sanitaria.
Es decir, la pandemia ha recrudecido los problemas productivos y sociales de América Latina, como la perversa especialización comercial de la región, la debilidad del tejido productivo y del mercado de trabajo, y los problemas sociales.
Aunque hablemos en su conjunto de América Latina, las diferencias entre países son muy elevadas. Perú, Argentina, Ecuador, Panamá, El Salvador, México y Colombia han sido los países más afectados.
Por el contrario, Paraguay, Uruguay y, especialmente, Guatemala se han visto afectados en un grado semejante al de otras economías en desarrollo y emergentes. Venezuela es el país que ha registrado una mayor caída de su producción, como en años anteriores, si bien esto no se puede achacar solo al impacto del virus.
El turismo, la cultura, el comercio, el transporte y la moda han sido los sectores más afectados.
Estos suponen el 24,6% del PIB y el 34,2% del empleo. Por el contrario, las actividades que se han visto menos afectadas han sido la agricultura, la ganadería y la pesca, la producción de alimentos, los productos médicos y las telecomunicaciones. Estas actividades suponen el 14,1% del PIB y el 18,2% del empleo.
El 92% de la producción intensiva en tecnología ha sufrido un impacto fuerte por la crisis. Esta es una clara señal de alarma para el medio plazo: reaparece el viejo fantasma de quedar al margen de las tendencias mundiales, encaminadas ahora hacia la digitalización.
La crisis ha afectado a las empresas de forma diferente, según su tamaño. Más de 2,6 millones de microempresas cerrarán.
De hecho, desaparecerá el 20,7% de las microempresas y solo el 0,6% de las grandes empresas. La gran mayoría son empresas dedicadas al comercio, a servicios comunitarios, sociales y personales, y hoteles y restaurantes.
En 2020 el cierre de las actividades económicas no esenciales se tradujo en destrucción de empleo, particularmente en los meses de marzo, abril y mayo.
Sin embargo, en la gran mayoría de los países se establecieron mecanismos para mantener las relaciones laborales.
Los ERTE (Expediente Temporal de Regulación de Empleo) latinoamericanos han salvado muchos puestos de trabajo. Aunque también se incrementó el número de personas desanimadas, que son aquellas que dejan de buscar empleo porque saben que no lo van a encontrar.
El teletrabajo ha sido un elemento diferencial y muy importante para poder mantener la producción y la actividad laboral.
Pero el teletrabajo no es posible para todas las empresas, ni para todos los empleados. Las pequeñas empresas y los trabajadores poco cualificados tienen mayores dificultades y, por lo tanto, también se han visto más perjudicados por las restricciones de la pandemia.
Las mujeres y los jóvenes están entre los colectivos más dañados. Las primeras tienen una fuerte presencia en el turismo y restauración y los segundos tienen trabajos más precarios.
Además, las mujeres han tenido que redoblar el tiempo de trabajo en el cuidado del hogar y de la familia, con nuevas obligaciones durante el confinamiento domiciliario.
Gran parte de los trabajos en América Latina son informales, si bien hay diferencias muy importantes entre países.
El 92,1% de los trabajadores y trabajadoras no agrarias en Ecuador son informales, así como el 73,2% en Bolivia y el 68,5% en El Salvador. Son personas que se ganan la vida día a día, sin contratos ni derechos laborales; por esto, han estado, además, más expuestas al coronavirus.