Crisis distinta, los muertos no

PRIMERO, tomen nota que esta es una crisis de naturaleza distinta –pandemia– a otras experimentadas. Requiere meter coco y creatividad. A toda costa evitar que la gente pierda el empleo y que la economía sucumba. Por el momento, vigente la reclusión, la gente no puede llegar a sus trabajos y las empresas cerradas, sin mercado y actividad, arriesgan tener sus días contados. Ocupan financiamiento para subsistir; gozar de moratoria y cese de pago a lo adeudado. Poca ayuda vendrá de afuera porque la crisis es mundial. Las medidas deben tomar en cuenta que esto durará semanas, deprimirá todo, pondrá a prueba si la madera es de roble o tablón carcomido. Pero tarde o temprano va a terminar. Se ocupa salvar las fuentes de trabajo. No dejar que perezcan porque de lo contrario, una vez que se salga de los apuros, sin los comercios, las fábricas, las empresas y los negocios que dan trabajo y que producen, no quedará nada que sostenga la recuperación. Sería absurdo permitir la quiebra de lo que se va a ocupar una vez que salgamos de la inmediatez. Si quedarse en casa es la forma de evitar el contagio, tienen que ir sacando soluciones novedosas de como lidiar con gente que ocupa ingresos, que necesita provisiones, que no puede vivir solo del aire que respira.

Los periódicos escritos, como los demás medios de comunicación convencionales –contrario a la Torre de Babel de las “chatarras de los chats”, los tuiteros de mensajes agresivos contra enemigos, los “facebookeros” del “fake news”, los “nadies” desapercibidos implorando que les presten atención en sus burbujas de soledad, y los adictos de las redes sociales– han evidenciado ser lo que más influye en la opinión pública, informando y orientado responsablemente en beneficio de la colectividad. Lo esencial es como mantener a flote las fuentes de trabajo, para que estas no se mueran por iliquidez debiendo pagar carga de impuestos –mientras pierden– como ese de volumen de ventas. La Alcaldía debe dar créditos de lo cobrado y buscar financiarse con los bancos internacionales. Tirar concreto y asfalto sacándole chispa a los panes es fatal. Agua es lo que necesita la gente. Aquí se tiene el beneficio de aprender de las duras lecciones de otros que improvisando no hicieron lo aconsejable. Nadie debió asumir que una pandemia era cosa de solo quedar esperando que golpeara lo inevitable. En otras palabras, el desafío consiste en proteger tanto trabajadores como sus centros de trabajo. Urge un plan integral –diáfano y ejecutado con transparencia– que discierna todas las esquinas. Si no se adelantan las disposiciones y las medidas de apoyo, si no se ingenian con soluciones creativas, si no se anticipa el después, sin dibujo para volver a armar el rompecabezas, la confinación obligada para sortear la emergencia podría hacer colapsar el sistema. No se puede lidiar solo con una etapa a la vez. El hoy es la emergencia, pero ya sobre la marcha debe haber estrategia de país para la rehabilitación y la recuperación. Sin duda la emergencia es complicada, se trata de salvar vidas humanas. Remediar el bestial daño –sin esperar que caigan milagros de afuera– es un gigantesco desafío.

Muchísimos en estos pintorescos paisajes acabados viven el día a día. No hay mucho que pueda aguantar el país cerrado. Alguna estrategia de contingencia debe buscarse para que la gente aislada en sus hogares pueda surtirse siquiera de lo básico.

Distribuir agua de manera racional es de vida o muerte. Esto es algo que la autoridad municipal debió anticipar. Al alcalde ya días le aconsejamos que la labor no solo consiste en construir puentes de cemento armado –que por supuesto ayuda– sino también una de comunicación sin alergias hacia el servicio que prestan a la comunidad los medios de comunicación. Ahora es cuando debe sopesarse los costos y los sacrificios para enfrentar la calamidad. El sector público cuenta con algunos colchones. Por ejemplo, el costo de operación para las empresas de pagar una Tasa de Seguridad, justificable cuando era el más violento del mundo. La jerarquía de prioridades cambió con el azote de esta peste. Es hora cuando empresarios y gobierno deben convenir en parámetros de incentivos y alicientes que restauren lo caído y no permitan que se desplome la base que sostiene el sistema. ¿Cuánto se pierde y cuánto va a costar? Lo perdido es leche derramada. Hay que gastar lo que sea con tal de volverse a poner de pie. El plan que se ocupa estructurar, es para hoy no esperar salir de la emergencia.

Honduras, ganó credibilidad internacional porque tuvo plan de contingencia y de reconstrucción nacional adelantado mientras lidiaba con la emergencia provocada por el bestial huracán. Hay que tomar una actitud mucho más agresiva en las negociaciones con el tata Fondo sus quisquillosas tías las zanatas y las aves agoreras, para que no nos echen abajo del fardo de papeles que van a manejar. El problema es mundial, así que se cuenta apenas con el auxilio de los multilaterales. El BID, el BM y el BCIE tienen que desembolsar. El país ocupa moratoria en el pago del servicio de la deuda y abundante recurso fresco. Igual que la iniciativa privada. Por supuesto que serán costos altos los que se contraen. Pero peor sería asumir una mentalidad de avestruz metiendo la cabeza en la tierra sin soltar lo necesario que viabilice la recuperación. Hay que soltar financiamiento, una moratoria a pagos de la adeudado. Solo los vivos tienen capacidad de devolver lo que pidieron prestado, los muertos no.

Leave a Reply