Otra vez en la calle en Gaza tras bombardeos israelíes
A Ramez al-Masri le tomó tres años reconstruir su casa, destruida por bombardeos israelíes en el 2014. Cuando estalló un nuevo conflicto la semana pasada, en cuestión de segundos la vivienda fue derribada otra vez.
Al-Masri es hoy uno de miles de residentes de Gaza que quedaron en la calle al estallar otra guerra entre Israel y Hamas, la organización islámica que gobierna este territorio palestino. Él y otras 16 personas que vivían en el edificio de dos pisos están diseminados por las casas de parientes, sin saber cuánto tiempo estarán desplazados, a la espera de una ayuda internacional que no saben si llegará para reconstruir sus viviendas.
“Mis hijos están desperdigados. Dos aquí, tres allí, uno más allá. Todo es muy difícil”, expresó. “Vivimos con la muerte todos los días mientras dure esta ocupación”, acotó, aludiendo al gobierno israelí sobre los palestinos y al bloqueo de Gaza.
Las Naciones Unidas calcula que unas 1.000 viviendas fueron destruidas en la guerra de 11 días que concluyó el viernes pasado. Lyn Hastings, coordinadora de la ayuda humanitaria de la ONU para la región, dijo que otros cientos de viviendas sufrieron tantos destrozos que quedaron inhabitables probablemente.
La destrucción no fue tan grande como en la guerra de 50 días del 2014, en que barrios enteros fueron reducidos a escombros y 141.000 viviendas resultaron destruidas o dañadas.
Después de esa guerra, donantes internacionales aportaron 2.700 millones de dólares para la reconstrucción. Pero ahora, en medio de la pandemia del COVID-19 y después de años de gestiones diplomáticas infructuosas, no está claro hasta qué punto la comunidad internacional querrá colaborar.
Eran las tres de la mañana cuando un vecino recibió una llamada proveniente de Israel en la que se ordenaba a todos evacuar sus casas. “Dejen sus viviendas, vamos a bombardear”, les dijeron, según al-Masri.
En el barrio viven muchos familiares de al-Masri y nadie sabía qué casas los israelíes tenían en la mira. Pero no lo pudo creer cuando fue atacada su casa de dos plantas, en la que vivía con sus ocho hijos, la familia de su hermano y su madre