¿Por qué legalizar la marihuana?
Legalizar (regular) la mariguana en México —como paso inicial para legalizar todas las drogas ilegales— es la única manera de erradicar al narcotráfico y a la vorágine de terror que generan sus acciones. La legalización de la cannabis comenzaría el proceso de desaparición definitiva del narcotráfico; no de la delincuencia organizada, no de la criminalidad, no de la maldad humana (que están bien programadas en nuestros genes), sino del narcotráfico, es decir, de aquella delincuencia que se dedica a la producción y venta ilegal de drogas, y que provoca, como ningún otro tipo de actividad delictiva, un nivel exacerbado de violencia.
La regulación, por parte del Estado, de las drogas ilegales (empezando por la mariguana) sería un acto quirúrgico de sanación social, que extinguiría al narcotráfico como especie. El narco es un espécimen que sólo sobrevive en un hábitat de ilegalidad, quitémosle ese hábitat, expulsémoslo de su biósfera y morirá de inanición. Así como existe una historia del arte o de la política, también existe una historia universal de la delincuencia (de la infamia, diría Borges), que ha evolucionado pero que no ha desaparecido ni desaparecerá jamás. Con todo, hay delincuencias más devastadoras y cruentas que otras.
El narcotráfico es una de las peores; es el tipo de crimen organizado que más descarnadamente lucha entre sí por controlar territorios y mercados, el que gana más dinero, el que mejor corrompe y más ataca a las autoridades y a la población civil, el que está mejor organizado. El narcotráfico actúa como una empresa, se estructura como un ejército, comercialmente levanta redes mega organizadas con una enorme eficacia; todo esto en un espacio de ilegalidad, que el prohibicionismo se aferra en conservar y que al hacerlo permite que el narcotráfico sobreviva y actúe con libertad. Legalizar las drogas, entonces, significa vaciar el agua de la pecera donde el narcotráfico nada a su antojo para ahogarlo de una vez por todas.
No hay otra manera de eliminarlo. Regular, no prohibir La legalización de la mariguana implica regular su producción, distribución y consumo, como en la actualidad se hace con las drogas legales y cualquier otra mercancía. Se trata de arrebatarle al narcotráfico el control de este proceso productivo-distributivo, que en la actualidad se realiza en una atmósfera irremediablemente turbia, violenta, corrupta, sin control de calidad ni gravámenes fiscales y en una situación de riesgo para el consumidor que está expuesto a consumir sustancias adulteradas y a ser encarcelado o extorsionado por la policía.
La regulación implica reglamentar las condiciones en que se produce y vende la droga, es decir, ofrecer información sobre su contenido (como con las medicinas y alimentos), normar y vigilar el proceso productivo (cosecha, cultivo, manufacturación, embalaje, etc.) para que el producto cumpla controles de calidad y no dañe la ecología; en cuanto a la comercialización es necesario establecer criterios para controlar la publicidad, reglamentar el consumo y gravar fiscalmente al comerciante.
La legalización obligará al Estado a supervisar y regular todo el proceso productivo y comercial de una o varias drogas; sacará al consumidor de las enrarecidas catacumbas donde se realiza la venta ilegal de sustancias; permitirá que el gobierno ahorre formidables sumas de dinero antes destinadas a “la guerra de las drogas”, para que en adelante las use (entre muchas otras cosas) en informar sobre los efectos de las drogas y en atender los abusos en el consumo; también servirá para proteger a los menores que dejarán de ser asediados por vendedores ilegales y que ya no tendrán tantas pulsiones por experimentar sustancias antes prohibidas.
La regulación no acabará con el consumo pero tampoco lo estimulará. Las experiencias históricas recientes que han liberalizado parcialmente el consumo de la mariguana y otras drogas —Portugal y Holanda, por ejemplo— muestran que una mayor accesibilidad para comprar una droga antes ilegal no genera necesariamente un aumento en el consumo.
La falta de lógica del prohibicionismo De manera desatinada, el prohibicionismo se niega a regular las drogas ilegales pero no está dispuesto a prohibir las legales, que dañan mucho más la salud que la mariguana. Su posición ante las drogas —legales o no— es contradictoria y se deriva más de una obsesión por proscribir drogas que hace un siglo se consideraron perniciosas, que de definir criterios claros y racionales de cómo convivir con ellas. ¿Cuál es a final de cuentas el principio que rige el discurso prohibicionista: prohibir todo tipo de drogas “dañinas” o permitir y regular unas y prohibir otras? Si es esto último, ¿por qué está a favor de regular las drogas más dañinas y se opone a regular las menos perniciosas como la mariguana? Si la acción prohibicionista se funda en el criterio de que todo lo que hace daño a la salud del ser humano debiera prohibirse, entonces tendría que proponer la prohibición de la mayor parte de los alimentos, refrescos, golosinas y medicamentos de patente, porque consumidos en exceso o mal administrados provocan severas enfermedades e incluso la muerte; también los automóviles, motocicletas, aviones, helicópteros, ferrocarriles, carreras de autos, buceo, estufas, calentadores, cuchillos de cocina, tijeras, cortaúñas, puesto que todos ellos pueden provocar daños físicos y la muerte; no olvidar las escaleras porque podemos resbalar y morir, los chicles porque podemos morder nuestras lenguas, los plátanos porque de resbalarnos con sus cáscaras moriríamos… También debería prohibir la vida, porque inevitablemente conduce a la muerte.
El prohibicionismo es un discurso irracional y contradictorio que está fundado no en razones ni en una lógica coherente sino en estados de ánimo viscerales, en actos reflejos derivados del pánico y el miedo a vivir, así como en una obcecación mayúscula de querer que el mundo humano y natural sean perfectos, inofensivos y carentes de riesgos y vicisitudes, lo que es matemáticamente imposible. A esto, por supuesto, hay que añadir los usos políticos y económicos que las autoridades públicas renuentes a la regulación hacen con el prohibicionismo, razón por la que también se aferran a él. En suma, la legalización de las drogas ilegales significa entre otras cosas, tres: 1. La eliminación de la delincuencia que se dedica al narcotráfico. 2. El hecho de que es preferible que el Estado legalice y regule la producción y la comercialización de sustancias que de todos modos se van a consumir legal o ilegalmente, a que una delincuencia carnicera, que jamás se va a eliminar por vía policiaca o militar, controle este proceso. 3.
El respeto a la libertad del individuo a elegir para sí mismo lo que mejor le parezca mientras no afecte a terceros, tal y como lo establecen los principios elementales de la democracia liberal, de la que se dicen seguidores los países que desde hace mucho tiempo han creado y aplicado de manera irracional —y anti-liberal— el prohibicionismo. https://www.milenio.com/politica/por-que-si-legalizar-la-mariguana